Tímidas, inhibidas, solitarias, ansiosas, perfeccionistas, amantes de la rutina, con pasiones intensas…. Estos son algunos de los calificativos que reciben las niñas con Trastorno del Espectro del Autismo (TEA) antes de llegar a un diagnóstico clínico.
El TEA se caracteriza por dificultades en las habilidades sociales y comunicativas, junto con intereses muy específicos y repetitivos y/o comportamientos estereotipados. Se trata de un trastorno más común en niños que en niñas. De hecho, se estima que por cada niña diagnosticada de TEA hay 4-5 niños con este diagnóstico.
Las explicaciones con mayor respaldo sugieren que esta diferencia es debida a factores genéticos y hormonales. Por un lado, las investigaciones sugieren que las niñas serían menos afectadas por las variantes genéticas raras que van unidas al TEA. Por otro, diferentes estudios apuntan a que el cerebro de las personas con TEA tendría las características típicas del cerebro masculino manifestadas de forma exagerada (teoría del “cerebro masculino extremo”); esto implicaría niveles anormalmente altos de testosterona en el útero, afectando al desarrollo del feto durante el embarazo.
Otra hipótesis para las diferencias en la prevalencia entre niños y niñas propone que los instrumentos de diagnóstico disponibles no están detectando a un número significativo de niñas con TEA. De hecho, la mayoría de dichos instrumentos han sido diseñados trabajando exclusivamente con niños.
Por lo tanto, si tenemos en cuenta que este perfil de conducta se manifiesta de forma diferente en niñas y niños, las pruebas de evaluación diagnóstica podrían estar fallando a la hora de identificar a niñas que sí tendrían un TEA, sobre todo aquellas que presentan un nivel de inteligencia normal.
Pero, ¿Cuáles son las diferencias principales entre las niñas y los niños con TEA?
En general, las niñas con TEA se encuentran mejor equipadas para la comprensión social y cuentan con más habilidades socio-comunicativas en comparación con los niños con TEA. Acostumbran a mostrar interés por relacionarse con los demás, pero carecen de las habilidades sociales para hacerlo con éxito. A menudo, se relacionan mejor con adultos o con niños más pequeños, pero manifiestan dificultades en las interacciones sociales con sus pares.
Suelen presentar intereses más habituales para su edad, menos conductas repetitivas como balancearse o aletear y menos alteraciones sensoriales (como la hipersensibilidad al ruido).
Incluso, se observa que muchas de ellas son capaces de desarrollar habilidades que les ayudan a “camuflar” sus dificultades. En concreto, aprenden a imitar conductas sociales, aunque no las entiendan y no sean espontáneas, o adoptan roles pasivos en las interacciones sociales, en su deseo por conseguir la aceptación social del grupo. Este tipo de conductas provoca que pasen desapercibidas, lo que hace todavía más difícil detectarlas.
Entonces, ¿Qué síntomas pueden hacernos sospechar que una niña tiene TEA?
Algunos signos de alerta que posteriormente se asocian a un diagnóstico de TEA en el caso de las niñas son:
- Preferencia por la soledad y pobres habilidades sociales, sobre todo con sus iguales.
- Estilo de pensamiento rígido, inflexible.
- Perfeccionismo y alto nivel de autoexigencia.
- Problemas emocionales como la ansiedad o la depresión.
- Mutismo selectivo (deja de hablar en determinadas situaciones o con determinadas personas).
- Intereses recurrentes y obsesivos por temas como los animales, ponis, princesas, la lectura o el dibujo.
- Problemas en la conducta alimentaria (anorexia, bulimia…).
¿Cómo actuar ante la sospecha de TEA en una niña?
Ante la sospecha de que una niña presenta síntomas de TEA es recomendable consultar con un especialista que confirme o descarte este diagnóstico y ofrezca las orientaciones correspondientes a familia y escuela.
Las niñas con TEA no diagnosticadas o que reciben el diagnóstico de forma tardía suelen presentar más problemas emocionales y peores niveles de adaptación social y escolar.